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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro:
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9789502808215
Editorial: GRIJALBO
Diego Kerner comparte en este libro los ingredientes necesarios de la receta para lograr tener una vida feliz.
Este libro es para todos aquellos que sienten que están atorados en una jaula y no pueden salir. El autor afirma, respecto a esto, que siempre es posible liberarse, y comparte cómo hacerlo. ¡Ánimo!
Cada vez se tienen más cosas materiales pero menos felicidad. Ser feliz es poder sentir y registrar la experiencia subjetiva de bienestar valorándola como tal.
El disparador para buscar felicidad es distinto en cada persona y hay que dedicar tiempo a descubrir cuál es el de cada uno.
Para recorrer ese camino hacen falta dos cosas: identificar qué es aquello que te apasiona y luego animarte a ir por ello, sabiendo que poder alinear la pasión con lo que uno hace todos los días es una de las claves para ser feliz.
Todo comienza por encarar el trabajo interno, personal, de descubrir qué cosas son aquellas que cautivan la imaginación y la pasión al mismo tiempo.
Los tres factores que alejan a cualquiera de ese crecimiento personal son casi siempre:
La clave, entonces, para ser más feliz es vivir la vida de una forma más auténtica, más a la manera que cada uno sueña, donde la mayoría de las acciones que se lleven a cabo estén en concordancia con sus valores y principios; pero, sobre todo, la clave más importante es ser fiel a uno mismo.
En el proceso por alcanzar el ser feliz, el miedo como obstáculo actúa cuando no se emprende algo que proporciona felicidad por temor a fallar, por temor a lo que dirán los demás o a dejar en evidencia que otro es mejor.
Tenemos que tratar de hacer siempre más de lo que nos gusta y menos de lo que no.
George Leonard, un gran sabio y maestro de Aikido, definía al “centro” como la fuente que tiene cada humano de poder y energía, como una casa interna a la que se puede volver cuando hay que reponerse.
Mantener un centro fuerte, conectarse a él y enraizarse a la tierra es poder decirle sí a la vida.
En un plano más amplio, muchos consideran al centro como el punto de conexión con el cosmos.
Un centro fuerte permite transitar mejor los problemas de la vida.
Para lograr tenerlo se debe prestar especial atención a los pensamientos, sentimientos y emociones.
Cada acción, cada pensamiento o sentimiento que se experimenta tiene un correlato interno, en relación con los otros y en relación con el universo.
Mientras más se actúa en consecuencia con los principios y valores, más se fortalece el centro y se mejoran las relaciones con el entorno.
Las características más importantes para desarrollar un centro fuerte son:
Aunque la frase “conócete a ti mismo” pueda sonar cliché, implica acciones concretas que permiten una comprensión de la propia persona. Lo primero que hay que aceptar es que se tienen limitaciones, y lo segundo es emprender una búsqueda activa de los verdaderos deseos, esos que realizan a cualquiera como persona.
Solo cuando se es capaz de verse como realmente se es, no como se debería, es cuando se da el primer paso para la transformación.
No hay que olvidar que lo que se niega logra someter y lo que se acepta genera una transformación.
Las emociones tienen una importancia fundamental en la vida, y sobre todo en el día a día de cualquier persona, ya que predisponen o no a la acción.
Ante ciertas situaciones, se actúa de una u otra manera de acuerdo con la emoción que se experimenta en ese momento. Esto define de cierta forma el horizonte de posibilidades que se puede observar para cada uno, y cómo esto, a su vez, puede afectar el desempeño y la forma en la que se vive.
En la búsqueda y desarrollo de lo que da felicidad, de ese centro del que todo parte, aparecen también emociones nocivas que atentan contra los buenos procesos.
Son nocivas porque tienen un alto impacto sobre cada uno, restringiendo el campo de posibilidades de acción y desarrollo.
Todos llegan al mundo con cierta estructura emocional que, con el tiempo, se va moldeando.
Es importante tener en cuenta que el repertorio emocional se puede ampliar para poder sentir más emociones.
Sin emociones no habría comportamiento inteligente; está ampliamente demostrado que la racionalidad humana depende íntimamente de cuán sofisticada y evolucionada es la emocionalidad.
Quienes estudian las emociones, que constituyen hoy todo un campo de investigación, sostienen que cada sensación tiene una postura corporal, un gesto facial y un tipo de respiración que se corresponden.
Por lo tanto, no es malo tener emociones negativas, lo importante es aprender a registrarlas, entenderlas y aprovechar la información que proveen para resolver conflictos.
Hay que recordar que uno no es las emociones que siente, sino que ellas son parte de cada uno en determinados momentos.
Hoy en día, son pocas las personas que tienen tiempo para hacer todas las cosas que quieren durante el día.
Es muy común escuchar quejas constantes sobre el poco tiempo que se tiene, por el trabajo, por practicar algún deporte, por la pareja, por los amigos y por un sinfín de cosas más.
Pero... ¿es realmente el tiempo lo que no alcanza? Se buscan de manera frenética las mil y una formas de ahorrar, aprovechar, conservar y optimizar el tiempo, pero se ignora muchas veces que, por más tiempo que se tenga, en realidad lo que hace falta es energía.
Gestionar la energía y no solo el tiempo constituye una clave tanto para la productividad personal como para sentirse compensado y bien con uno mismo.
Una forma de plantearlo es la siguiente: la cantidad de horas de un día es fija, en cambio, la calidad y cantidad de energía de las que se dispone es variable.
La buena noticia es que se puede hacer mucho para conservar e incrementar la energía, para poder afrontar las actividades diarias con “más pilas”.
Lo primero de lo que hay que ser conscientes es que el caudal de energía surge de fuentes múltiples y variables, que van desde un descanso adecuado y una buena alimentación hasta los pensamientos y encuentros que se tienen en el diario vivir.
Lo importante aquí sería poder encontrar el equilibrio entre esas tres partes que conjuntan la energía; es decir, comer bien, tener un buen descanso y lograr actividades que aumenten la energía espiritual, que es, al final, la que rige todo.
La asignación del tiempo, la energía, el esfuerzo y el talento personal debería estar al servicio de las principales prioridades de cada uno en la vida, de todo lo que realmente es importante.
Cuando se habla de prioridades se hace referencia a la combinación de objetivos y búsquedas ligadas a aquello que da gusto hacer, a lo que se debe hacer para estar bien, a la vida afectiva y social, al crecimiento personal y profesional, a los roles que se cumplen socialmente y a las obligaciones que se deben responder.
Conociendo todo esto surge la duda: ¿se pueden tener muchas prioridades? La respuesta es simple y directa: no.
En realidad, el consejo siempre sería poner en una escala las prioridades y al hacerlo, sacrificar algunas de ellas.
Uno siempre debe asegurarse, primero, de que se están incluyendo las cosas más importantes en la escala de valores personal, y después colocar todo lo demás.
Algunas de las cuestiones que no se priorizan y que luego estallan como urgencias son: el cuidado de la salud, el cuerpo y la mente, la atención a los afectos y relaciones, los deseos, el ocio y aprender cosas nuevas.
Lo que muchas veces sucede es que se sobreestiman las cosas materiales, pero es necesario que se haga una priorización de forma consciente y deliberada, asegurándose de que aquello que se elige es algo realmente importante para uno mismo y no para lo que los demás esperan o lo que en su defecto se cree que se espera sobre uno mismo.
Habitamos en un mundo de excesos, un mundo que inunda a todos de productos y opciones que no necesariamente nos hacen más felices.
Si bien la actividad de los consumidores ha experimentado un incremento importante desde la década del cincuenta, el nivel de felicidad no ha crecido.
Un enfoque más simple y frugal podría ayudar a que la vida sea más fácil. Manda Patel, directora de la Universidad Espiritual Brahma Kumaris, dijo: “La sociedad actual muestra demasiadas opciones, que demandan una gran exigencia. Evitar sobrecargarse de tareas es uno de los caminos para adquirir una nueva calidad de vida”.
Apuntar a este tipo de vida es problematizar el dilema de cómo hacer más de lo que da gusto hacer si se trabajan 12 horas al día.
Es abrir una alternativa de solución con grandísimos beneficios y algunos costos, es gastar menos para poder tener más, es disminuir preocupaciones para poder disponer de más tranquilidad y paz mental.
En definitiva, es parecer menos y empezar a ser más.
Es angustiante pensar todo el tiempo en cómo mantener un nivel de vida, ese que no permite a nadie ser feliz, hacer creer que se es un superhumano que tiene todo: fuerza, empuje, inteligencia, un sueldazo, secretarías y oficinas interminables.
Pero, en el fondo, se padecen severos trastornos de ansiedad, ataques de pánico, depresión y sobre todo mucha infelicidad.
Aquellos que se definen por lo que tienen son candidatos a tener una vida triste... rodeada de objetos, pero nunca de felicidad.
La existencia de los hábitos no solamente proporciona salud a la vida, sino que tenerlos y llevarlos a cabo es vital para vivir, por una sencilla razón.
Tenerlos permite que las acciones que se involucran se desarrollen de forma automática, sin que consuman energía o voluntad por el simple hecho de pensar en ellas.
La práctica es fundamental en la vida, no solamente como la repetición aburrida y apegada de una serie de conductas, sino como la manifestación de un compromiso profundo de aprender una serie de saberes concretos que se realizan de forma continua como parte de la vida, tanto para alcanzar algo como por el beneficio y el placer que produce realizar esa actividad.
Los hábitos son conductas muy específicas que se realizan en momentos u horarios bastante precisos, por lo que luego de cierto período de tiempo se tornan automáticos y no requieren mayor consumo de fuerza de voluntad ni espacio mental consciente.
Varios estudios coinciden en que, para establecer un hábito diario, hay que repetirlo durante 40 a 60 días, hasta que se empieza a convertir en una conducta establecida.
Aquello que se quiere incorporar en la vida debe convertirse en un hábito. Depende de cada uno implementar cosas que proporcionen crecimiento y, principalmente, que brinden mucha felicidad.
Podemos ser más felices si dedicamos más tiempo a hacer aquello que nos da gusto hacer y que, sobre todo, da sentido a nuestra vida. El desafío reside en descubrir qué es aquello que da sentido a la existencia de cada uno y animarse a hacerlo realidad.
Hay que recordar que cuando se actúa desde el centro más profundo, desde las convicciones personales, y no desde las que se establecen por otros para nosotros, y respetando los deseos propios y los de los demás, entonces actuamos con mucha más fuerza y de forma más auténtica.
El desarrollo de un centro fuerte tiene muchas dimensiones, pero la más importante es ser leal a uno mismo, luchar contra la avaricia y ambición desmedida, esforzándose siempre por ser humilde, solidario y agradecido y tener una disposición de reencontrarse con el poder para hacer lo que se quiere de manera responsable.
Si se aprende a utilizar la energía física, mental y emocional, se puede no solo incrementar la productividad sino que, mucho más importante aún, reducir el estrés diario.
Pero, sobre todo, no hay que olvidar que es fundamental tener prioridades claras.
Ahora es sencillo: la decisión de tener lunes felices toda la vida depende de cada uno.
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Es un coach ontológico que ha realizado diversos estudios sobre creatividad, facilitación de equipos de trabajo, dinámicas de grupos y psicología. Además, tiene una e... (Lea mas)
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